El pueblo de Guerrero ha sido un factor decisivo en los procesos de construcción del Estado mexicano, tanto que la Independencia, la Reforma y la revolución contaron con una presencia fuerte del pueblo guerrerense. La entidad se constituyó en el gran escenario de la gesta independista, luego de la derrota y captura de Miguel Hidalgo, pues aporto el vigor de su población en la construcción del Estado nacional. “Esta dependencia se consolidó en la guerra contra los Estados Unidos y se acentuó todavía más con la Revolución de Ayutla, que acabó con la dictadura de Antonio López de Santa Anna y abrió el terreno a la forma liberal. Para estad fechas, el espacio suriano existía ya como entidad propia y a la vez constituyente de la Republica”.
Por lo anterior, se puede concluir, junto con Illades, que Guerrero ha sido una periferia activa dentro del conjunto de procesos de construcción nacional.
Los primeros españoles que llegaron a lo que actualmente es Guerrero se dedicaron, sobre todo, a la explotación de los grandes yacimientos de metales preciosos. Hernán Cortes, quien conocía los tributos impuestos por el imperio azteca a los pueblos del territorio guerrerense, organizó expediciones a la región donde hoy se ubica Taxco con el propósito de ponerlo bajo su dominio y así estar en condiciones de extraer toda la riqueza posible. De esta forma. En 1529 se fundo Taxco y se convirtió en la primera población que se desarrolló alrededor de la explotación minera hecha por los conquistadores, entre los que destacan Diego de Nava y Juan Cabra.
El territorio de lo que hoy es Guerrero se exploro por primera vez en 1520, en una expedición enviada por Cortés y encabezada por Gonzalo de Umbría. Sin embargo, no fue si no hasta después del sometimiento de los mexicas cuando los conquistadores dirigieron su atención hacia el sur, sabedores de las riquezas de estas tierras; para 1523 las habían dominado casi en su totalidad. En 1531 los yopes, al oriente del actual Acapulco, se revelaron infructuosamente contra el dominio español; con anterioridad, este aguerrido pueblo se había resistido también a la expansión mexica.
Apenas tuvieron el control definitivo de estas tierras, los españoles constituyeron la encomienda. Para ello aprovecharon la estructura política de cacicazgos impuesta por el imperio azteca, a la par de la evangelización que buscaba integrar a los pueblos mesoamericanos a la visión española del mundo.
En beneficio de las actividades productivas quedó en manos de peninsulares, quienes, además de ver por su propio interés, tenían que cumplir con las exigencias de la metrópoli. Por ello, las regiones surianas participaron de manera desigual en el mercado mundial, ya que los intereses españoles corrían por dos vertientes: las expectativas mineras, fundadas en la existencia de metales preciosos en la región –principalmente Taxco- y la búsqueda de la conexión intercontinental que se materializo con la fundación del puerto de Acapulco y el descubrimiento de la ruta de tornaviaje desde las islas filipinas por fray Andrés de Urdaneta en 1565. Es decir, fueron dos las regiones y ramas económicas que participaron en la economía de la metrópoli: el comercio por la costa de Acapulco y las minas de plata de Taxco. Por ello, tanto los comerciantes como los mineros estuvieron entre los grupos sociales más poderosos en el territorio de la Nueva España.